En las últimas semanas, debido a diversas iniciativas implementadas por varios países latinoamericanos, la relevancia del trust ha resurgido notablemente en reuniones familiares, entornos laborales y despachos de family offices.
Quizás un trust suena a algo muy pomposo o muy sofisticado. En realidad se trata de un contrato, un acuerdo legal en el que una persona (settlor) transfiere sus activos a otra persona o entidad (trustee) para que los cuide hasta tanto suceda algo (condiciones), cumplido lo cual esos activos pasan a otra/s persona/s (beneficiarios).
Este instrumento es ampliamente usado en la planificación patrimonial y la protección de activos debido a su flexibilidad, versatilidad y capacidad para cumplir una variedad de propósitos.
En un trust, el settlor establece las condiciones y términos bajo los cuales los activos deben ser administrados y distribuidos por el trustee. Esas instrucciones se complementan con lo que se llama la carta de deseos, donde el settlor expresa todo lo que quisiera suceda con los fondos que aporta, a lo largo de la vida del trust (que muchas veces excede incluso por mucho tiempo, la vida del propio settlor).
Además existen en los trusts dos figuras estelares, que hacen que todo lo demás funcione y tenga sentido: por un lado la del asesor financiero, quien se encarga de gestionar las inversiones del trust, y por otro, el protector, que es una suerte de “angel guardián” del settlor, ya que puede destituir al trustee y al asesor financiero, reorganizar beneficiarios, cambiar la ley aplicable al trust, aprobar distribuciones y sugerir inversiones, entre otras amplias facultades.
Existen diferentes tipos de trusts que pueden adaptarse a las necesidades y objetivos específicos de cada situación, como el trust revocable (que puede modificarse o revocarse durante la vida del settlor), el trust irrevocable (que no puede modificarse una vez establecido) y el trust de beneficencia (que se crea con el propósito de beneficiar a organizaciones benéficas).
A su vez, los tipos de activos a ser conferidos al trust pueden ser tan diversos y flexibles como cuentas financieras, inmuebles, embarcaciones, acciones, titulos, obras de artes o joyas de la abuela.
Entre las varias ventajas de esta herramienta suelen valorarse especialmente los siguientes aspectos:
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Separación de activos: Una de las principales ventajas del trust es que permite segregar patrimonios. Esto significa que los activos en el trust no forman parte del patrimonio personal del settlor y tampoco aún del de los beneficiarios, con todas las seguridades que estas situaciones conllevan.
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Planificación sucesoria: El trust es una herramienta eficaz para la planificación sucesoria, ya que permite establecer claramente cómo se distribuirán los activos entre los beneficiarios. Esto ayuda a evitar disputas familiares y garantiza una transición suave de los activos a las generaciones futuras.
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Confidencialidad y privacidad: La figura ofrece un alto nivel de confidencialidad y privacidad en la distribución de activos, lo que puede ser especialmente importante para familias que desean mantener asuntos financieros privados y proteger la información sobre la distribución de la herencia.
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Gestión profesional de activos: La intervención de un trustee garantiza una gestión experta de los activos y una distribución adecuada de acuerdo con las instrucciones establecidas en el trust.
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Protección contra impuestos: Dependiendo de la jurisdicción y la estructura del trust, este instrumento puede ofrecer beneficios fiscales significativos.